24 de febrero de 2010

estados de representación

hace algunas semanas me invitaron, entre otras cosas, a revisar portafolios en el último encuentro de fotoguanajuato. nunca antes había revisado portafolios ‘en toda forma’, digamos, en secuencia rotativa entre los demás revisores; con tiempo cronometrado; en el escenario de un teatro montado con decenas de mesas con manteles largos; una botella de agua, mi nombre impreso en un letrero visible a la distancia y guantes blancos. sí, antes había revisado portafolios en aulas universitarias al final de alguna clase, en bares y cafeterías a la media tarde, en casas de amigos a altas horas de la noche previo al cierre de alguna bienal, etc. pero no lo había hecho antes así, no en ‘toda forma’. ésta fue mi primera vez.

y he de confesar que fue una experiencia de lo más interesante. una primera vez que se extendió a manera de tour de force –durante 3 días seguidos por tres horas diarias por la tarde, recorrí en 15 minutos la incipiente vida artística fotográfica de varias docenas de creadores, en su mayoría jóvenes, algunos verdaderas promesas. innevitable resultaba, al caer la noche y después de la oleada de miradas inquisitivas, preguntas dichas y calladas, buenas y malas impresiones, nombres recordables o por completo olvidables, que saliera de ahí preguntándome… ‘y todo esto que les dije, les servirá de algo?’. así que, saliendo de ahí, ya en las inauguraciones y sin guantes blancos, a varios ‘revisados’, les preguntaba si efectivamente habían encontrado en mis comentarios algun atisbo de certeza, genialidad o al menos, sentido común. muchos dijeron que sí; algunos otros, afortunadamente entre mis favoritos, me han seguido buscando pasados los 15 reglamentarios.

tal ha sido el caso de javier cardenas tavizon. artista tapatío que no sólo avanza por el camino de la fotografía sino que, con inteligente intuición, está buscando conformar un cuerpo de obra interdisciplinar y retroalimentativo (de existir el término y la acción) entre el dibujo, la instalación, la animación y la intervención fotográfica, buscando las huellas de lo olvidado para hacer de ellas registro arqueológico de lo desaparecido del deseo y sus etapas. así ha sido que hemos entablado una interesante curaduría a distancia (él allá y yo en tijuana) que está por inaugurarse en el atrio, uno de los nuevos espacios de arte contemporáneo en la ciudad de guanajuato, para itinerar de vuelta, en unos meses, a guadalajara al museo raúl anguiano.

los estados de representación que involucra cárdenas en su trabajo atienden a diferentes destinos del lenguaje en tanto forma de poseer. magnificaciones visuales que activan un suceder en la imagen, sus obras atentan contra su propia existencia al sumar sobre su propia superficie las capas de su proceso; avanzando siempre, por uno y otro sendero, hacia la estética de la desaparición.

la conversión del mundo físico en objetos de conocimiento que pone en marcha la obra de cardenas, refleja a su vez el devenir del sentido de la memoria museográfica en tanto origen de la historia vuelta visible. en sus paisajes de artificiosa naturaleza existe un intento revertido sobre el impulso del gabinete renacentista: la dialéctica del universo contenido en una sala, en una caja, sobre distintos planos a ser recorridos, ahora, en el espacio humano. espécimen del mundo como el ‘otro’, la propuesta artística de javier cardenas es una fábrica de campos de observación que, acaso, anticipan la sustancia y densidad de ese ‘lugar de las cosas perdidas’ del que hablaba haruki murakami. ese sitio donde han estado siempre las cosas y su recuerdo, aun antes de ‘perderse’. lugar remoto donde, al parecer, lo desaparecido se va fundiendo en capas, una sobre otra, hasta conformar una única imagen.

así me imagino que deben funcionar también las revisiones de portafolios en la memoria formativa de quienes escuchan y ven su trabajo –producto de muchos o pocos años– desde los ojos de un ‘otro’ enguantado en blanco. apreciaciones ajenas que se van fundiendo unas sobre otras, en lapsos de 15 minutos, sobre una única imagen, la del artista sobre sí mismo. especie de narciso empalmado en el camino de su propia conformación, aun antes de ella, como el anhelado sitio perdido de murakami, e sitio de las siempre ‘primeras veces’ del que a veces, sólo a veces, un buen trabajo puesto sobre la mesa, nos recuerda las coordenadas.


marcela quiroz luna / tijuana / 1974

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